Descripción:
La verdadera adoración a Dios no se limita a cantar o repetir palabras bonitas, sino que nace de una relación profunda, sincera y constante con Él.
Pero, ¿cómo lograrlo?
Para adorar a Dios de verdad, es esencial tener un corazón humilde. Un corazón soberbio no puede adorar con sinceridad; en cambio, cuando nos rendimos con humildad, Dios recibe la gloria y nuestra adoración se vuelve auténtica y transformadora.
Jesús nos enseña que debemos adorar ‘en espíritu y en verdad’ (Juan 4:23-24). Esto significa que nuestra adoración debe fluir de un corazón genuino, conectado con Dios y dispuesto a someterse por completo a Él.
No se trata de apariencias externas, sino de una entrega honesta, donde podamos adorarle de todo corazón y encontrar en Él consuelo y propósito.